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Idas y venidas por una mala salida

 Viéndolas venir me dieron en toda la cara. Una a una, las idas y venidas de años anteriores (y una del que entra) fueron golpeándome repetidamente hasta que pronuncié la palabra requerida: "Perdón". Las idas reclamaban un sitio concreto al que llegar; las venidas, más dimensiones. La correspondiente a 2021 era ida y estaba algo más perdida. Lo más difícil para mí fue darme cuenta de que tenía la responsabilidad de ubicarlas. Lo supe por una mala salida de otra persona hacia mí. Ésta, la mala salida, me advirtió -poco antes de abofetearme por izquierda y derecha con la mano abierta- de que debía organizarlas. ¿Cómo? pregunté. Viéndolas venir, exclamó. Así que tras pedir disculpas y tomar la firme decisión de implicarme en la búsqueda de lugares y dimensiones, todo empieza. A ver...
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El Cerrojo

Abrí para pedir un café, pero una mirada (que vale 1.000 vocablos) me cerró la puerta. Esperé a que pestañeara, pero solo un párpado estaba por la labor de ceder. El otro protegía -con todo- el ojo avizor. Saqué una llave en son de paz. Dio un golpe en la mesa como respuesta. Intenté darle mi brazo al torcer. Sacó un as. Yo pinté bastos. “El cerrojo, aunque no lo creas lo llevas tú”, me dijo en tono conclusivo. Cuando miré mis manos para intentar descifrar sus palabras la camarera me sirvió un café. No entendí mucho lo sucedido, y menos cuando me giré hacia la puerta nadie miraba. Solo quedaba la mirilla, hidroalcohol y una propina. 

Las palabras se las lleva Twitter

Apenas estaba digiriendo una información -con alta carga de valor- cuando un tuit la bajó de golpe muro abajo. Intenté seguirla, pero no paraba de caer al foso; y durante el imparable descenso iba olvidando el cuerpo de la noticia que me había llamado la atención. Finalmente renuncié y volví a lo más alto del muro de nuevo, con la esperanza de leer algo interesante, entonces un hilo que sostenía al texto en extinción entró en escena. Intenté seguirlo pero poco duró su vigencia. Una vez más la gravedad de las redes sociales impuso su fuerza.  El volumen de la ansiedad de la masa social por publicar, por ser viral, por conseguir apoyo de followers, ¡por ser!, por estar, por pintar, pesa y ocupa tanto que la palabra apenas puede sostenerse. De hecho acabo de perder el hilo que me trajo hasta este texto. ¿Habré incorporado la misma gravedad y procesado de ideas? Es posible, porque ya se me está haciendo largo y empiezo a sentir ansiedad por publicarlo y que funcione por sí solo. Pesa

Información sostenida y cuerda

Un avión aterriza antes de partir. Los excesos de una rueda se anteponen al motor. Twitter se infla con gas textual mutado. La independencia se hace cada vez más dependiente... ¡de la viralidad! La autonomía se deprecia. Un virus real se corona en la actualidad. La bolsa, como el horáculo, lo sabe todo; pero le sabe mal. La economía sufre sus propias indigestiones, y claro, el mundo se estriñe. Al final, no nos engañemos, aunque a las palabras se las lleve el viento, todo va a la atmósfera; la que sostiene al planeta, la del trabajo o la que da fuelle a los pulmones de las redes sociales. Y en medio de esta corriente //que informa, desinforma, expulsa, succiona, acompaña, acalla al eco o hace ruido// muere un genio del cine, que nos concedió más de tres deseos -que no es poco- a golpe de amanecer. ¡Motor..., acción!!

En modo alguno

Se acabó. Aquí, ahora, en esta misma línea me despido de Periodismo ficción, de su nombre y apellido. Desde este momento el blog estrena título y otras búsquedas. Eso sí, como ocurre en un cartel cualquiera del metro, sobre su superficie fondea un historial de crónicas, ocurrencias, sueños, ideas, pesadillas, reflexiones, cuentos y pies sin foto, que siguen contando; expresando. El archivo lo cuenta todo. El surrealismo que durante tanto tiempo me ha acompañado en los relatos, ha ido dando paso a otra cosa, aún pendiente de ocupar un significado más concreto. Un modo alguno siempre en construcción, que necesita nuevos espacios para expresar lo que pasa cerca de los límites de lo que no pasa. Y viceversa. Porque muchos de los personajes del pasado, con sus circunstancias y sus mapas, se han hecho adultos y tienen inquietudes acordes al momento en el que habitan. Es decir, algo que está y pasa en la misma calle y sus callejones; en los subsuelos. Así que por aquí abriré huecos

La crónica borradora

Borró tres archivos por la mañana, el eje de la crónica que tenía que entregar al día siguiente. Cada uno correspondía a un asunto pendiente. El cúmulo le pesó más que el deseo o la necesidad de resolverlos. Salió a la calle en busca de respuestas aleatorias. La calle -cansada de su rol de eterna transición- contestó con más preguntas. Ella en parte se enteraba de lo que ocurría y en parte lo evitaba. Lo mismo había sucedido con aquellos archivos. Uno fue borrado a conciencia, dos sin querer. O al revés. Nunca lo sabrá con toda certeza. El día anterior se había registrado un breve temblor de tierra. Pocos grados, pero los suficientes para sentir lo fino que es el asfalto y el vértigo de la fragilidad. El movimiento brusco le dejó algo mareada. ¿Qué relación existía entre el miedo a caer al abismo y el borrado -accidental o no- de archivos propios? ¿Había alguna relación? Mientras paseaba sin destino marcado -sintiendo y recuperando la firmeza del suelo con sus nuevas sandalias- e

La camiseta y el instante

Entré en mi álbum de fotos a buscar una referencia temporal y me encontré con esta imagen. No la había capturado conscientemente. Sin embargo mi teléfono indicaba la hora y el lugar exactos del disparo. Esa información me llevó a recordar (y situar) lo que pensaba en aquel instante. Aquella mujer tenía una mirada penetrante, no soltaba su teléfono, pero no lo abría (era de los de tapa). Tremendamente expresiva, casi podía escuchar sus diálogos interiores. Asocié sus manos y la fuerza de sus gestos a una escena de mi infancia. La clave: La Pantera Rosa de su camiseta. Finales de julio del 82. Tenía 10 años, una camiseta de Supermán y la convicción de que esta camiseta estaría siempre conmigo. Y yo con ella. Podía sentir trasvase de poderes a través de la piel. Era feliz. Podía con todo. Pero un día en el campamento verano desapareció. Nadie, ni los monitores ni mis amigos sabían nada. Entré en barrena. El cielo se llenó de nubes a pesar de lo despejado que estaba para el resto; el a